Historia

Los orígenes en Ourense (2016)

Hay historias que empiezan en silencio, sin que nadie lo note. La mía comenzó en 2016, entre jamones colgados y cuchillos afilados, en una pequeña tienda gourmet en el corazón de Ourense. No era un gran escenario, pero sí uno lleno de verdad: jamones colgados, cuchillos afilados, y el aroma inconfundible de la paciencia. Allí trabajábamos con piezas muy especiales, de cerdos alimentados con castañas, una rareza con alma gallega.

Durante tres años viví entre esas piezas. Fue allí donde entendí que ser cortador de jamón es mucho más que una técnica: es un ritual. Una manera de honrar lo antiguo, de reconectar con algo que viene de lejos. No hay prisas. No hay ruido. Solo la concentración pura de un oficio que se transmite con más miradas que con palabras. Es una forma de meditación. Un acto íntimo y ritual. Una conexión con algo que no se aprende en libros, sino en silencio, con respeto. Hay magia ahí. Una magia que viene de lejos y que se transmite pieza a pieza, corte a corte.

”La verdad es un plato de jamón.”


Un recorrido por firmas y eventos

Aquel aprendizaje me abrió las puertas a nuevas experiencias. Participé en campañas comerciales para firmas como Argal —en Vigo— y para Cinco Jotas —en A Coruña— como cortador de jamón. También realicé actos puntuales con casas emblemáticas como Joselito o empresas gallegas como Lalinense.

Fueron años de bodas, ferias, celebraciones privadas… y también eventos especiales donde el corte a cuchillo era mucho más que servicio: era ceremonia. Estuve en la Comisaría Provincial de Policía Nacional de Ourense en la festividad de los Santos Ángeles Custodios, representando a Coren en Xantar, en el Congreso Asomega, en la inauguración de Leroy Merlin, y en espacios como Pazo do Tambre, Rectoral de Ansemil, Garden Monforte, A Doblada Café, Muiño das Lousas

Galician Ham Carver con Cinco Jotas

Julio García con Cinco Jotas


La etapa en Tenerife y el punto de inflexión

Allí continué con mi oficio. Primero, en una carnicería de Playa de San Juan, entre cuchillos afilados y charlas de mostrador durante la campaña navideña. Después, en un restaurante italiano con nombre para enmarcar: Jamón y Mojo. Una mezcla tan improbable como real, donde el jamón convivía con la pasta, el parmesano con el aceite de oliva virgen… y yo en medio, cortando, sonriendo, improvisando.

Y también, en el stand de Cinco Jotas en El Corte Inglés de Santa Cruz, donde el corte se convertía en escaparate, en precisión diaria, en exigencia pura entre turistas, curiosos y amantes del ibérico.

Fue una etapa distinta, con otros ritmos, otro clima, otro público… pero el jamón seguía siendo mi centro. Aquello no era solo un cambio de isla. Fue también una etapa de mezcla: gastronomía, música, cine, libros, viajes… una vida en movimiento, con más preguntas que respuestas. Y entre corte y corte, algo empezó a removerse dentro. Como si el cuchillo no solo sirviera para abrir jamones, sino también para abrir caminos.


La semilla del personaje

Fue durante una vuelta simbólica a la isla, junto a Jimena —la persona más importante en mi vida, la que está siempre, en lo bueno, en lo incierto, en lo que aún no tiene forma. Sin su impulso, sin su fe, sin su manera de abrazar cada locura, esta historia no habría echado a andar.

Una noche cualquiera, entre amigos, guitarras, cervezas, bailes y baños en el mar de madrugada, mientras nos replanteábamos la forma de vida que llevábamos, hacia dónde queríamos enfocar el futuro y qué era realmente lo que deseábamos… alguien dejó caer una frase al aire, como quien lanza una piedra a un estanque: “¿Y por qué no cortas jamón en la calle?”

Nos reímos, por supuesto. Pero el eco de aquella pregunta no se disipó con la risa. Se quedó ahí, flotando en el aire tibio de la noche, entre el ruido de las copas y el silencio que sigue a las revelaciones. Sonaba a locura. Y por eso mismo… merecía ser escuchada.

Entre parada y parada —Benijo, Puerto de la Cruz, Santa Cruz, Garachico— íbamos dejando atrás mapas y horarios. Solo nosotros, la isla, y una sensación de que algo estaba a punto de nacer. Y en Masca, la idea ya tenía cuerpo. Allí se daban el escenario, el silencio, la belleza… y esa especie de permiso que solo da lo auténtico.

No era una ocurrencia. Era una grieta en la rutina. Una pequeña fisura por la que se coló otra forma de mirar, otra forma de vivir. Una invitación, quizás, a desobedecer con estilo.

Esa semilla —lanzada entre bromas y guitarras— comenzó a germinar mientras dábamos la vuelta a la isla. Y con ella, una idea que ya era de los dos: salirse del camino establecido y convertir el corte en algo más que oficio. En una forma de soñar juntos. En una declaración compartida.


Nace Galician Ham Carver

No fue de un día para otro. Pero una mañana cualquiera —tras esa vuelta a la isla, con la semilla ya creciendo por dentro— lo vimos claro: el corte ya no era solo corte. Era personaje. Era espectáculo. Era mensaje.

La idea tomó cuerpo con detalles que no eran casuales: el quilt escocés, como guiño al público británico, y el sombrero cordobés, como homenaje al alma del jamón ibérico. Galicia, las islas, lo celta, lo andaluz, lo personal y lo universal… todo cabía ahí, en esa fusión.

Julio y Jimena: nace Galician Ham Carver

Julio y Jimena forman Galician Ham Carver

Así nació Galician Ham Carver: un cortador de jamón que no solo trabaja el producto, sino la escena. Que no se limita a servir… sino que conecta.


De la raíz gallega al paseo atlántico

El personaje nació, sí. Pero su forma de andar por el mundo no salió de un libro ni de una escuela de marketing. Salió de dentro. De más atrás. De O Carballiño, mi tierra, donde el oficio de pulpeira tiene algo de ceremonia y algo de instinto. Aquellas mujeres que iban de feria en feria, armaban su caldera y ofrecían su pulpo en terrazas y bares, sin pedir permiso al mundo, solo con la complicidad de quien sabe que su oficio vale.

Y mi subconsciente lo llevó al jamón.

Así empezó Galician Ham Carver. No en grandes escenarios, sino en los paseos de playa, entre sombrillas, terrazas y olor a salitre. Con el cuchillo, el jamón, el quilt… y esa actitud de quien propone: “¿Colaboramos?”

Y sí, colaboramos. Con Vesco en Sirena Beach, Pierre en la vinoteca francesa de Los Cristianos, Iñaki en la Taberna Iruña, Rosario en Sexto Senso, Boncho y Luda en Bahía… y muchos más. Compartimos también escena con artistas como Rubén Huaroc y Raúl Ventura. Todo auténtico. Todo de verdad.


Esto no ha hecho más que empezar

Hoy Galician Ham Carver no es solo un personaje. Es una manera de estar en el mundo. Una fusión de raíces, acento, oficio y presencia. Una forma de cortar jamón… y de contar historias.

Lo que empezó como un susurro en Masca, como una pregunta lanzada entre guitarras, ha crecido sin pedir permiso. Desde Galicia al Atlántico. Desde la calle a los eventos. Desde las terrazas al escenario.

Y lo que venga, vendrá. Porque no hay plan escrito. Solo una brújula: hacerlo con verdad.

El cuchillo sigue afilado.
El personaje, vivo.
Y el mundo… en la mesa.